Memoria de lo sentido
Sofia Vilá
Nace en Tarragona el 8 de octubre del 1988, es artista visual, terapeuta corporal y una viajera de los sentidos.
Crece empapándose entre el arte y lo ritual, herencia de su abuela materna, que la motiva a desarrollar sus inquietudes artísticas y a profundizar en algunas disciplinas como herramientas de expresión y autoconocimiento.
Siempre interesada en la salud corporal, emocional y el contacto humano, se forma en osteopatía, masaje y educación somática. Lleva una trayectoria de más de 10 años como terapeuta corporal, en los cuales ha creado Integra espai, un espacio para la salud y la conexión con el cuerpo.
En estos últimos años realiza un postgrado de Cuerpo y arte, en el que se articulan lenguajes artísticos como la danza, el teatro, la poesía o la fotografía y que la impulsan aún más a vivir el arte como un ritual de creación y transformación personal y colectivo.
Define su trabajo como una danza de luces y sombras, de piel, naturaleza e intimidad que pretende mover límites propios y crear nuevos imaginarios.
Reconoce su amor por el cuerpo, la naturaleza y la libertad por encontrar nuevos lenguajes y medios de expresión simbólica, viéndose esto reflejado en sus obras fotográficas, procesos artesanos, performances e instalaciones transdisciplinares.
"Hay momentos concretos en nuestra vida capaces de dejar una huella en nosotros, una huella emocional a la que acudir cuando nos sentimos perdidos, a modo de refugio.
Tal vez sean momentos llenos de cotidianidad o una simple merienda con alguien que amas, lo magnífico de aquel instante reside en el aura que se crea en el ambiente, en cómo nos hace sentir aquello, de tal forma que queda grabado en la memoria de los sentidos como un tesoro al que acudir, escapar o residir cuando es necesario.
Podríamos entender a las personas y a su historia a través de esa colección de pequeños instantes ya que la conforman y transforman en lo que ahora es.
Se puede recolectar esos precisos instantes a través del arte, escapando al olvido y convirtiéndose así en una colección de momentos que nos marcaron y nos siguen definiendo a día de hoy."
Maria Juan Ribas
Proyecto de instalación
La instalación es un recorrido por los espacios que ocupa la memoria de lo sentido, momentos efímeros que pretenden ser eternos. Una parte de mí revisita esos lugares a menudo, esas huellas que quedan hondas y se resisten a desaparecer, las atesoro en mi cuerpo en forma de sensaciones.
Con esta obra las traigo a lo físico a modo de ritual transformador, para nombrarlas, reconocerlas y apelar a esas voces de la memoria.
Así pues las plasmo en forma de esculturas hechas con moldes de mi propio cuerpo. Cada pieza contiene una grieta por la que mirar a través, en su interior albergan; una fotografía intervenida en collage, un audio relato y un olor que representan memorias sentidas en el cuerpo y que tan sólo pueden apreciarse al aproximarse a ellas.
Esto en una invitación a interactuar con la obra, a tocar, observar, escuchar y oler. Un viaje sensorial hacia una intimidad profunda que atraviesa el cuerpo y conecta con mis memorias y quizás una exhortación a conectar con las tuyas propias.
Composición
Esculturas
Hechas en escayola a partir de moldes a tamaño natural de las siguientes partes de mi cuerpo:
1- Torso 2- Manos 3- Pies
4- Vulva 5- Boca
Collages
Hechos con fotografías propias y de recortes de libros antiguos. 28 x 42 cm.
1- Oníria
2- Órbita
3- Lunáticos 4- Cayendo 5- Amarescer
Olores
Concentrados en pequeños tarros y dispuestos en la obra que representan.
1- Clavo
2- Limón 3- Café
4- Tostadas 5- Mar
Audios
1- No tenía fuerzas para enfrentar más fantasmas que los imprescindibles. Se abrazó a ella y dejándose invadir por el sueño las dudas desaparecieron,
2- La memoria es más dura que las piedras y el cuerpo es su alcancía más segura.
3- Y desde el lugar más alto, limpiamos con la mirada los cielos. Me dijiste - intentaré palpitar junto a ti y si no lo consigo abandonaré el planeta con amnesia entre los dedos.
4- Durante un tiempo nuestros cuerpos habían sido una fuente de gozo incontenible, era la única fuerza que nos quedaba para no rendirnos. Nuestros cuerpos hablaban el mismo idioma, se entendían mucho mejor que nosotros mismos.
5- No podía ser de otra manera, parecía que todos los elementos bailaban al son con nuestros corazones.