CRISTINA ORTEGA - Véntalo Espacio de Arte

Cristina del Carmen

por Cristina Ortega

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Mi nombre es Cristina Ortega, nací en febrero del año 1999 en Las Islas Canarias, donde viví y crecí cerca de la costa sureste de la isla de Gran Canaria.

A los 14 años empecé a formarme en fotografía, más tarde lo hice en dibujo, y en 2017 comencé a estudiar Bellas Artes en la Universidad de La Laguna. Nueve meses después me trasladé a Madrid, donde aparte de continuar mis estudios de grado en la Universidad Rey Juan Carlos, me formé en interpretación, coordinación de obras teatrales y técnicas de iluminación.

Durante mi recorrido creativo he tratado de fusionar lo plástico con lo escénico y lo audiovisual. La emigración, las raíces, mis raíces, la memoria, la identidad y el tiempo, analizados bajo el comportamiento de la sociedad líquida, son los temas presentes en mi trabajo de manera constante.

Construir a través de espacios me permite generar zonas activas y humanas a las que pertenecer.

Las estancias mostradas son originadas a partir de la contemplación activa de un hecho, del cuestionamiento de un comportamiento o estado.

Durante este análisis la importancia recae en el proceso y se trabaja sobre los lugares tratándolos como estancias para preguntarse a uno mismo.

El espacio final, en lugar de como obra, se comprende como el resultado final de una investigación, como el fruto de una cuestión.

https://www.instagram.com/cristinaortegga/

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Cristina del Carmen - Statement

Me atraen los espacios vacíos habitados, esos que son el resultado de vivir una estancia. El rastro que deja una persona cuando se va. Mi trabajo se basa en explorar los actos de los que no somos consientes y que dejan marca en el entorno. Esos que son determinados por nuestra propia alma, tan propia como desconocida. Busco crear estancias desde el origen de lo que no se controla.

Nací y crecí en una familia católica donde me llaman Cristina del Carmen. Para el resto no soy así. El culto y la fe no fue algo que yo eligiera, pero se me quedaron dentro. El modo innato que tengo de proyectar es en versos cortos y repetitivos, mecánicos, como un salmo. Para mi, el comportamiento humano se basa en ritos que no pensamos, de los que no somos consientes.

Yo creo que eso es poderoso, y ni siquiera es nuestra culpa.

Como un ritual, en la habitación que habito, que pago al final de mes y que por ello me pertenece,

cada mañana pinto la pared que me observa al dormir.

Justo al despertar y antes de que el mundo despierte, comienzo a manchar. Siempre de la misma forma, sin saber el qué ni por qué.

Al mismo tiempo escribo a esa alma limpia, la que todos tuvimos y no supimos extrañar hasta que perdió su pureza. A mi niña. Rezo para que no crezca, para impedir lo imposible, que se emborrone. Todo en calma hasta que llegan notificaciones, entonces el mundo de fuera empieza a sonar y me mira de cerca. Observa lo que soy, o lo que dejo ver.

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